Viernes, 25 Enero, 2019

El higo no es una fruta sino una flor invertida

Las provincias especializadas en esta “inflorescencia invertida de consumo” llegan a su máxima producción en verano.

Contrariamente a lo que uno puede pensar, el higo en realidad es una flor invertida y lo que se consume es el receptáculo carnoso de la flor, mientras que el verdadero fruto de la higuera es el aquenio, que son “esas semillitas que al comer los higos notamos contra el paladar”, aseguró el Ing. Agr. Hugo Lauro, Jefe del Departamento de Inspección de la Gerencia de Calidad y Tecnología del Mercado Central de Buenos Aires. 

“Esta época es la mejor para el higo y en el Mercado podemos encontrar la variedad turkey brown proveniente de Jujuy y Salta, en un 90 por ciento, y en menor medida las variedades tipo español y cadota, que son más dulces y jugosas que llegan de la provincia de Buenos Aires”, detalló Lauro en diálogo con FM Mercado 90.9

Un dato para tener en cuenta es cómo reconocer un higo que está en su punto para el consumo en fresco. El signo de madurez es la pesadez, debido a la cantidad de líquido. Otro indicador es que ceda levemente ante la presión.

Además, el especialista aclaró que el azúcar y el dulzor no están dados por la temperatura sino por la superficie foliar de la planta. “La ‘fábrica de azúcar’ es la hoja, por eso es importante cuidar la planta una vez terminada la cosecha y podarla bien”, explicó Lauro. 

La higuera es una planta que responde muy bien a las altas temperaturas, tiene un altísimo rendimiento por hectárea y es muy adaptable para ser compartida con otros cultivos. Sólo necesita, como cuidado especial, una buena poda durante el invierno.

Una vez comprados, hay que conservar los higos en la heladera a 0°, preferentemente en la zona más húmeda de la misma, ya que si se dejan a temperatura ambiente fermentan con facilidad.

Cabe destacar que el higo, más allá de su consumo en fresco, tiene un gran aprovechamiento. Cuando están inmaduros se puede hacer almíbar mientras que si están muy maduros se pueden transformar en mermeladas y glasé. Otra opción, tal como se está haciendo en Catamarca, es hacer aceto a través de un proceso de fermentación.